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Tras meses de tensiones, por fin se ve luz al final del túnel. Estados Unidos y la Unión Europea han alcanzado un acuerdo comercial provisional. Buenas noticias, se podría pensar. Pero si se mira más de cerca, se ve que detrás de las sonrisas de Trump y de la presidenta de la UE, Von der Leyen, se esconde una factura considerable. Ahora la pregunta es: ¿Quién la pagará?
El consumidor estadounidense corre con los gastos
Las empresas estadounidenses pronto pagarán un 15 % de impuesto a la importación sobre los productos que importen de Europa. Anteriormente, este impuesto era solo del 10 %.
Y sí, esa diferencia se va a repercutir en los precios. Spoiler: eso le va a salir caro al consumidor estadounidense. Pronto pagará más por los productos europeos, desde máquinas de alta tecnología hasta artículos de lujo.
Además, el arancel sobre el acero y el aluminio europeos sigue siendo absurdamente alto: un 50%. Las empresas de los EE. UU. que necesitan estos materiales pueden elegir entre pagar mucho más o buscar una alternativa estadounidense que sea de menor calidad o, en última instancia, más cara.
Según el profesor Steven Brakman, esta política es económicamente miope. Estados Unidos se está marginando en la escena mundial y perdiendo la confianza de sus socios comerciales.
En lugar de mostrar una posición negociadora fuerte, Estados Unidos está demostrando ser un socio comercial impredecible. Y eso, a la larga, no beneficia a nadie, y menos aún a la economía estadounidense.
Las empresas europeas obtienen un respiro, pero siguen siendo vulnerables
Para las empresas europeas, el acuerdo puede suponer un respiro a corto plazo. La amenaza de aranceles aún más elevados parece haber desaparecido por el momento.
Sin duda, esto supone un respiro para sectores como el farmacéutico y el de alta tecnología, aunque aún no está claro si también se abordarán en el futuro.
No obstante, las empresas europeas deben permanecer alerta. El acuerdo es aún bastante vago y quedan muchos detalles por concretar.
Y mientras el presidente estadounidense siga aplicando una política impredecible, seguirá habiendo incertidumbre. Un simple tweet o un inicio de día con el pie izquierdo de Trump pueden cambiar totalmente la situación.
El acuerdo comercial es sobre todo una cuestión de aplazamiento, no una solución. Por ahora, el consumidor estadounidense paga el precio, mientras que las empresas europeas siguen en vilo. ¿Este acuerdo devolverá realmente la calma? Queda por ver.
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