
Foto: Zayne C & Hi my name is Jacco (Shutterstock)
En realidad, es un milagro que cada vez más ‘boomers’ descubran el bitcoin. Porque para llegar hasta él hay que abrirse camino a través de un campo de minas de desinformación y malentendidos.
Todo empieza con nombres erróneos. Criptomonedas, cripto-monedas, criptos. No sé cómo lo ven ustedes, pero al oír las palabras «moneda», «monedas» y «divisas», al menos al principio, se piensa en dinero.
Resulta que todas esas monedas no son dinero en absoluto. La mera sugerencia es engañosa. Vale, pueden tener un valor, pero no son dinero. No se puede comprar una cerveza con ellas.
Esa denominación errónea es una de las principales razones por las que el sector se entiende tan mal, una especie de malentendido monetario.
Este malentendido monetario sigue causando confusión entre los inversores particulares y también expectativas poco realistas. Porque las criptomonedas son dinero, ¿no?
Cómo surgió este malentendido sobre las criptomonedas
Según los economistas, el dinero tiene tres funciones: es un medio de intercambio, una unidad de cuenta y una reserva de valor. Las criptomonedas como el bitcoin solo cumplen parcialmente estas funciones.
Debido a su volatilidad y a la falta de un estatus legal como medio de pago, su utilidad como dinero real es limitada.
La gran pregunta es, por supuesto, cómo se ha llegado a esta situación. ¿Cómo han entrado en el mundo esos términos confusos que son «criptomonedas» y «criptos»? ¿Y por qué se han acuñado por completo?
Pues bien, me temo que debemos señalar al bitcoin como culpable. Porque en el libro blanco, Satoshi Nakamoto presenta su bitcoin como una forma digital de «dinero electrónico peer-to-peer».
Es decir, como dinero. Como dinero que se puede enviar directamente de una parte a otra sin la intervención de una institución financiera.
Cuando el bitcoin empezó a tener un poco de éxito y empezó a tener algún valor monetario, rápidamente surgieron proyectos competidores como Litecoin, Namecoin y Peercoin.
Todos ellos proyectos que modificaban ligeramente el código del bitcoin y luego se presentaban descaradamente como «dinero digital».
Entonces, ¿cómo deberíamos llamarlos?
Para este tipo de nuevos proyectos monetarios se utilizó por primera vez el término genérico «criptomoneda». Y esa palabra se quedó. El gran público agrupó todos estos proyectos, y los muchos miles que vendrían después, bajo un mismo (erróneo) denominador: criptomoneda.
Pero si criptomoneda es un nombre incorrecto, ¿cómo deberíamos llamar a estas criaturas digitales? Ahora se está reflexionando mucho sobre ello. Algunas opciones son: criptoactivos, criptoactivos o activos virtuales. Pero una cosa es segura: ¡no son criptomonedas!
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